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exterior de la cúpula, al alcance de la mano. Allí también había una plancha floja,
mantenida en posición por un tosco gancho.
Francis vaciló, luego levantó el gancho y retiró el panel.
¡Estaba mirando directamente hacia el hangar!
Abajo, una hilera de camiones estaba descargando suministros sobre el piso de
cemento a la luz de un par de reflectores, un sargento gritaba órdenes al
escuadrón de trabajo. A la derecha estaban las oficinas de control, Chalmers
cumplía en su oficina el turno de la noche.
El agujero estaba directamente por debajo de la escalera, y los sobresalientes
peldaños metálicos lo ocultaban de los hombres del hangar. Las fibras de amianto
habían sido deshilachadas cuidadosamente para que ocultaran el panel retráctil.
El gancho de alambre estaba tan oxidado como el resto del casco, por lo que
Francis calculó que la ventana habría estado en uso durante más de treinta o
cuarenta años.
De modo que era prácticamente seguro que el viejo Peters había mirado
regularmente a través de la ventana, y sabía a la perfección que la nave espacial
era un mito. No obstante, había permanecido a bordo, advirtiendo tal vez que la
verdad destruiría a los demás, o había preferido ser capitán de una nave artificial
antes que exponerse como una curiosidad en el mundo exterior.
Presumiblemente, había trasmitido el secreto. No a su taciturno y desolado hijo,
sino a la única otra mente ágil, a la que guardaría el secreto y lo aprovecharía al
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máximo. Por sus propios motivos, él también había decidido permanecer en la
cúpula, advirtiendo que pronto sería el único capitán real, y que estaría libre para
proseguir sus experimentos de psicología aplicada. Incluso era probable que no
hubiera percibido que Francis no era un verdadero miembro de la tripulación. Su
confiado manejo de los programas, su pérdida de interés por los procedimientos
de control, su despreocupación acerca de los dispositivos de seguridad, todo
señalaba algo...
¡Abel sabía!
FIN
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