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lugar, porque esas condiciones existen. Como dice el crítico alemán Walter Benjamín, No hay
documento cultural que no sea a la vez una crónica de la barbarie".2 Los socialistas son los que
desean aprovechar al máximo las aplicaciones concretas y prácticas de los conceptos abstractos de
libertad y democracia que preconiza el humanismo liberal, y quienes los toman al pie de la letra
cuando llaman la atención sobre lo intrínsecamente individual . Por esta razón muchos socialistas
occidentales se sienten intranquilos con la opinión humanista liberal acerca de los regímenes
tiránicos de Europa Oriental, pues tienen la impresión de que esa opinión sencillamente se queda a
medio camino: lo que haría falta para derrocar a esos regímenes no es únicamente una mayor
libertad de expresión sino una revolución de los trabajadores en contra del Estado.
Entonces, aquello de ser mejores debe encerrar un concepto concreto y práctico, es decir,
interesado en las situaciones políticas del pueblo en general, en vez de un concepto estrechamente
abstracto, interesado solamente en las relaciones interpersonales inmediatas que pueden abstraerse
de este todo concreto. Debe ocuparse de los argumentos políticos y no exclusivamente de los
morales es decir, debe ocuparse de argumentos genuinamente morales que tomen en cuenta las
relaciones entre las cualidades y valores individuales y todas las condiciones materiales de nuestra
existencia. Los argumentos políticos no son una alternativa colocada frente a las preocupaciones
morales, sino esas mismas preocupaciones tomadas en serio y con todas sus consecuencias. Ahora
bien, los humanistas liberales tienen razón cuando afirman que SÍ vale la pena estudiar literatura, y
que esa motivación, en fin de cuentas, no es en sí literaria. Lo que quieren decir es que la literatura
tiene utilidad (aun cuando esta forma de expresar su pensamiento les ponga los nervios de punta).
Pocas palabras son más ofensivas para los oídos literarios que utilidad , porque en alguna forma
recuerda a las grapas o a los secadores de pelo. La oposición romántica a la ideología utilitarista
del capitalismo ha convertido en inutilizable la palabra utilidad para los estetas, la gloria del arte
radica precisamente en que no sirve para nada. En nuestros días muy pocos estarían dispuestos a
apoyar eso: leer una obra, indudablemente, en cierto sentido, equivale a utilizarla. No podemos
utilizar Moby Dick para aprender cómo se pescan ballenas, pero aun así sacamos algún provecho
de la lectura. Toda teoría literaria presupone cierto aprovechamiento de la literatura, aun cuando
sea totalmente inútil el provecho que se saque. La crítica humanista liberal no se equivoca cuando
aprovecha la literatura, pero se equivoca engañándose al decir que no la aprovecha. La emplea
para promover ciertos valores morales, los cuales (espero haberlo demostrado) no pueden
disociarse de ciertos valores ideológicos que, al fin y al cabo, implican una forma particular de
política. Esto no quiere decir que lea desinteresadamente los textos y ponga después lo que leyó
al servicio de los valores: los valores rigen el verdadero proceso de la lectura, informan el sentido
que la crítica extrae de las obras que estudia. No voy a argumentar a favor de una crítica política
que lea los textos literarios a la luz de ciertos valores relacionados con creencias y acciones
políticas, pues no hay crítica que no lo haga. La idea de que hay formas de crítica no política es
sencillamente un mito que promueve con gran eficacia cierto aprovechamiento de la literatura. La
diferencia entre la crítica política y la no política es la diferencia que existe entre el primer
ministro y el monarca: este último favorece ciertos fines políticos fingiendo no hacerlo, y aquel los
favorece sin ocultarlo. En estas cuestiones siempre es mejor obrar con honradez. La diferencia
entre un crítico convencional que habla del caos de la experiencia en Conrad o en Virginia Woolf
y la feminista que examina las imágenes que esos autores presentan del sexo, no equivale a una
distinción entre la crítica no política y la política, es una distinción entre dos formas diferentes de
política, entre los partidos de la doctrina según la cual la historia, la sociedad y la realidad humana
en conjunto son arbitrarias y carentes de dirección, y entre quienes abrigan otros intereses que
encierran otros puntos de vista sobre cómo es el mundo. No hay manera de zanjar la cuestión
acerca de cuál política es preferible en función de la crítica literaria. Tiene uno que conformarse con
hablar de política. No se trata de discutir si la literatura debe o no relacionarse con la historia ,
se trata de formas diferentes de leer la historia.
2
Walter Benjamin, Eduard Fuchs, Collector and Historian , en One-Way Street and Other Writings (Londers, 1979),
p. 359.
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La crítica feminista no estudia las representaciones del sexo tan sólo porque piense que así
se promueven sus intereses políticos; cree que el sexo y la sexualidad también son temas centrales
de la literatura y de otros tipos de discurso, y que cualquier exposición crítica que los suprima
encierra fallas serias. En forma parecida, el crítico socialista no ve la literatura a la luz de la
ideología y de la lucha de clases porque ello pudiera favorecer sus intereses políticos,
arbitrariamente proyectados en las obras literarias. Ambos críticos sostendrían que tales cuestiones
constituyen la esencia de la historia y que, en la medida en que la literatura es un fenómeno
histórico, encierran también la esencia de la literatura. Lo extraño sería que la crítica feminista o
socialista pensara que analizar el problema del sexo o de las clases sociales tiene un interés
meramente académico: el interés de lograr una exposición más satisfactoria, más completa de la
literatura. Pero, ¿qué objeto tendría hacer esto? Los críticos humanistas liberales no sólo buscan
una exposición más completa de la literatura. Buscan caminos que profundicen, enriquezcan y
amplíen nuestras vidas. La crítica socialista y la feminista coinciden puntualmente en esto: desean
señalar que esa profundización y ese enriquecimiento llevan consigo la transformación de una
sociedad dividida por las clases y por el sexo. Les gustaría que el humanista liberal expusiera todas
las consecuencias de su posición. Si el humanista liberal no está de acuerdo, se trata de una
discusión sobre si se está aprovechando o no la literatura.
Dije antes que cualquier intento por definir el estudio de la literatura en función de su
método o de su objeto está condenado al fracaso. Ahora me propongo exponer de otra manera en
que se distinguen entre sí las diversas clases de discurso, propósito que no es ni ontológico ni
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